Mis Personajes

ROBERT BAUVAL

Los egipcios pensaban con el corazón y sentían con el cerebro

BIBLIOGRAFÍA

Código Egipto (2007), Talismán (2004), La Cámara Secreta (2001),
Guardián del Génesis (1997), El Misterio de Orión (1995)
Robert Bauval - Código Egipto

Código Egipto

(Martínez Roca, 2007)

Robert Bauval · Graham Hancock - Talismán

Talismán

(Martínez Roca, 2004)

Robert Bauval - La Cámara Secreta

La Cámara Secreta

(Oberon, 2001)

Robert Bauval · Graham Hancock - Guardián del Génesis

Guardián del Génesis

(Planeta/Seix Barral, 1997)

Robert Bauval - El Misterio de Orión

El Misterio de Orión

(Emecé, 1995)

¿Para qué querrían los antiguos egipcios imitar sobre el suelo la disposición de ciertas constelaciones del firmamento? ¿Existe alguna explicación a esa especie de obsesión por reflejar sobre el suelo aquello que veían en los cielos? Robert Bauval –el célebre autor de El misterio de Orión– se entrevistó en Cerdeña con Javier Sierra para aclarar esas y otras cuestiones relacionadas con sus fascinantes teorías.

Constelación de Orión

Los egipcios pensaban con el corazón y sentían con el cerebro

Pocas semanas antes de acabar 1999, Robert Bauval publicó en Gran Bretaña su libro más osado. Internacionalmente conocido por su teoría de que las grandes pirámides de la meseta de Gizéh se levantaron para imitar el llamado cinturón de la constelación de Orión, su nueva obra, Secret Chamber (La cámara secreta), trata de responder a la duda más obvia que plantea su teoría: por qué. Para Bauval, las pirámides no se erigieron sólo para imitar la "el Duat", la puerta al más allá que los faraones situaban en Orión, si no que tras ello se esconde una poderosa magia –"no de conejo y chistera", puntualiza, "sino alquímica y subliminal"– cuya influencia todavía se deja sentir en nuestros días. Una magia que, si no fuera por la meticulosidad con la que mide sus palabras al hablar de Egipto, muchos interpretarían como diseñada en otro mundo.

El piramidión del milenio

La cámara secreta se inicia con una serie de reflexiones sobre lo que pudo significar la colocación de una estructura cónica de dos toneladas sobre la cima de la Gran Pirámide de Gizéh, el pasado 31 de diciembre. Las autoridades egipcias pretendían conmemorar así la entrada en el tercer milenio de la Era Cristiana (!), pero se encontraron con una fuerte oposición islámica. Aquella pirámide de oro con la que se quería celebrar la nochevieja recordaba poderosamente el Sello de los Estados Unidos (el del billete de dólar) y tenía una clara lectura masónica e incluso, aún peor, criptojudía.

-En realidad, no es nada de eso –se apresuró a aclararnos Robert Bauval–. Sabemos que las pirámides se coronaban con piezas así en la antigüedad, y su existencia ha sido muy estudiada por los egiptólogos. De hecho, para algunos, las pirámides eran meros pódiums para aquellas piezas que recogían el alma del faraón y se la llevaban simbólicamente al más allá.

-¿Tiene eso alguna base?
-Los orígenes de esa piedra-vehículo están relacionados, sin duda, con el Ben–Ben, una reliquia secreta que se conservaba en la ciudad de Heliópolis, y que los textos insinúan era de origen extraterrestre. Algunos dibujos la muestran como una pirámide o cono y la vinculan al mito del Fénix. Es el símbolo del nacimiento de la humanidad, de la creación, y creemos, por cómo fue descrito, que pudo tratarse de un meteorito.

Robert Bauval ingeniero y escritor, nacido el 5 de marzo de 1948 en Alejandría, Egipto, de padres de origen belga.

Su familia fue expulsada de Egipto durante el gobierno de Gamal Abdel Nasser. Ha pasado la mayor parte de su tiempo viviendo y residiendo en otros países del Oriente Medio y África.

Ingeniero civil, desde muy joven se interesó por la egiptología y en la década de 1980 inició una investigación sobre las Pirámides de Egipto que intentaba combinar la astronomía y la historia. Ha publicado numerosos artículos sobre este tema y varios de sus hallazgos han sido presentados en el British Museum.

Está dedicado desde 1979 al estudio del significado de las pirámides. Interesado ya no tanto en el cómo, sino en el porqué fueron construidas, y cuál pudo haber sido el origen de la majestuosa e imponente presencia en el desierto de las Pirámides, de su compleja estructura, su tamaño y su vocación de eternidad. Con los años se unió a Adrian Gilbert y la combinación de sus esfuerzos dio como resultado la investigación publicada y documentada de las conclusiones que se plantean, titulada El misterio de Orión (The Orion Mystery, Unlocking the Secrets of the Pyramids) publicado en 1994, acerca de la correlación de las construcciones piramidales del Antiguo Egipto con respecto a la observación estelar.

“Todo en la meseta de Giza puede ser medido por un sistema singular que describe el Universo tal y como lo vieron y midieron los constructores de las pirámides; entonces construyeron su modelo del Cosmos con tal precisión que la propia Gran Pirámide interpreta una melodía”

ROBERT BAUVAL

Adrian Gilbert y Robert Bauval
Adrian Gilbert y Robert Bauval, autores de El Misterio de Orión, fotografiados en Glastonbury por Javier Sierra

-¿Y qué función cumplía?
-Servía a un complejo culto estelar. En el piramidión de Amenemhat III, conservado en el Museo de El Cairo, los jeroglíficos que aparecen sobre él hablan del espíritu del rey marchando hacia Orión. Los llamados Textos de las Pirámides describen ese espíritu como hecho de hierro. Sus huesos, dicen, son de metal y su carne de oro. Si aceptamos que el Ben-Ben era un meteorito, el mito podría entenderse así: sus huesos de hierro son una metáfora de su estructura, mientras que la carne de oro hace alusión al momento en que se enciende al entrar en la atmósfera, y da una apariencia dorada.

 

-Entonces, ¿para qué se usaban las pirámides?
-Yo creo que, en definitiva, eran "instrumentos rituales" para convertir al faraón muerto en un ser espiritual. Pero no se trata de tumbas. El piramidión que las coronaba ayudaba a conectar al faraón con la materia de las estrellas y a convertirse él mismo en una de ellas. Mi idea es que los ritos que se practicaban en su interior duraban mucho tiempo. Y eso lo aceptan incluso algunos egiptólogos, que suponen que se extendían durante nueve meses, el plazo de gestación de un humano. Eso puede verse en unas inscripciones de la princesa Meresank, hija de Keops, en las que se lee que sus funerales se extendieron durante 273 días, ¡nueve meses! Probablemente, imaginaban que la momia era una especie de feto que pasaba por todas sus fases de gestación antes de revivir. Además, es fácil identificar ese tiempo con el movimiento de Sirio, que nace en el solsticio de verano sobre el horizonte, y muere nueve meses después, en el equinoccio de otoño. En esos meses se alineaba con el eje norte-sur del cielo y con ciertos corredores de la Gran Pirámide.

-Eso es magia. Es querer canalizar la "fuerza" de ciertos fenómenos de la naturaleza para fines específicos.
-Exacto. De hecho, el control de Sirio, el culto al Ben-Ben, el símbolo del piramidión colocado sobre la Gran Pirámide... Todo eso forma parte de una gama de poderosos mensajes iconográficos, como los que hoy emplea la publicidad, y que los antiguos egipcios promovieron. En nuestros días hacemos tal o cual cosa, compramos tal o cual producto, gracias a mensajes cifrados en la publicidad. Los símbolos del pasado eran los "spots" de entonces y condicionaban el comportamiento de nuestros antepasados. No obstante, el diseño de esos símbolos creo que los hace funcionar todavía hoy.

Graham Hancock, Robert Bauval y John Anthony West
Graham Hancock, Robert Bauval y John Anthony West polemizaron como nadie antes sobre Egipto en los años 90 del pasado siglo

-¿Habla de ello en La cámara secreta?
-De eso y de cómo los egipcios entendían su magia. Es un segundo nivel de investigación que tiene que ver con el propósito final de la correlación de las pirámides con Orión, y con la verdadera religión egipcia, cuyo sentido último se nos viene escapando desde hace dos siglos.

-¿Cómo podríamos salir de dudas sobre el "funcionamiento" de esa religión mágica?
-Fácil. Si se hallara la cámara de los archivos de las que hablan algunas profecías –no sólo las del vidente americano Edgar Cayce, si no incluso antiguos textos egipcios–. Cierta tradición vinculada a Hermes habla de unos libros donde se explica este conocimiento, y esa tradición llegó a Europa antes del Renacimiento, se aceptó, pero se cortocircuitó con la muerte de Giordano Bruno. Aún con todo, la idea profunda de la tradición hermética es la búsqueda del conocimiento. Cada vez que dejamos de hacernos las grandes preguntas –¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos?– es cuando estamos fuera del Camino Hermético. Y eso es peligroso, porque entonces la vida pierde sentido.

-¿No teme que después de sus libros anteriores –El misterio de Orión y Guardián del Génesis–, muy ajustados a cálculos científicos y astronómicos, este libro pueda...?
-¿...Desconcertar a mis lectores? –sonríe–. En absoluto. Haber utilizado una aproximación científica para estudiar las pirámides es sólo la llave para abrir ciertas puertas. Pero buscar sólo la llave es estúpido. Hay que averigüar qué hay detrás de la puerta. Así pues, la teoría de la correlación de Orión, el alineamiento de las pirámides, los análisis... no son más que llaves. Los hombres que diseñaron las pirámides fueron magos. Usaron la ciencia como herramienta, no como guía. Nuestro riesgo es creer que la Luz es nuestra propia linterna, y no buscar respuestas a las dudas metafísicas. Para resolverlas hay que recurrir a la forma en que los egipcios veían la vida: ellos pensaban con el corazón y sentían con el cerebro. Nosotros lo hacemos justo al revés.

“Los egipcios pensaban con el corazón y sentían con el cerebro”

ROBERT BAUVAL